Vengo con las pilas recargadas tras el viaje familiar a una isla preciosa.
El Villa Tagoro es un sueño para los niños (por sus actividades) y adultos (comidas, bebidas, descanso).
A falta de sol, los baños fueron cambiados por largos paseos.
El paisaje de Las Cañadas del Teide es alucinante.
Un calderón juguetón se dejó fotografiar.
Las famosas aguas turquesas que siempre quedarán en mi memoria. Hacer el Cristo, bajo esas paredes verticales de 456 metros, estremecía.
Y lo mejor de todo: disfrutar con la familia gallega. Fin del cuaderno de bitácora. SALUD.
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