"En la vida, lo importante es la capacidad de responder ante el sufrimiento del prójimo." (Ludwig Wittgenstein)

viernes, 1 de febrero de 2013

Cansada de tantas mentiras



El Mundo publica en su Tribuna Libre este artículo de nuestra compañera Silvia Cabello Fajardo, que reproducimos y animamos a descargar y difundir:

En los últimos meses, la Consejería está promoviendo distintas actuaciones dirigidas a recabar opiniones con el fin de mejorar lo que no es más que un fiasco travestido en avance imparable. Lástima que, a estas alturas cualquiera sea aplaudido como si fuese una eminencia en la materia, mientras que para los profesores, los verdaderos expertos, solo dejen las migajas. Foros abiertos, comprimidos a presión en escasas horas, quieren pasar por serios notarios de una farsa consultiva. Pasen vds., participen vds., sean bienvenidos, porque su opinión sí que importa. ¿Y luego qué? La foto, el aplauso y el reflejo del evento en sus decadentes registros oficinescos. ¿Han visto que la Administración andaluza se haya hecho eco, con algunos hechos que no palabras, del malestar generalizado entre los docentes? No busquen más autenticidad entre tanta pantomima y conato.


De momento, proliferan los foros sobre simplificación administrativa. ¿Qué incidencia tiene la maraña burocrática actual en las buenas prácticas docentes? Mortal de necesidad. Por un lado, se promueven desde la cúspide iniciativas para la simplificación administrativa. Pero la realidad sigue desarrollándose e intensificándose en sentido contrario: se atosiga constantemente al profesorado multiplicando el papeleo, impidiendo que pueda dedicarse a sus auténticas tareas. Los mismos que dedican todos sus esfuerzos a adocenar grumetes que remen, día a día, en la dirección contraria, pretenden ahora engatusarnos con la idea de que lo contrario es posible.
Claman, desde arriba, por las bondades de la intensificación en la formación del profesorado. ¿Es realista pretender que el docente participe en planes de formación cuando se encuentra totalmente abrumado por el trabajo que tiene que realizar? El incremento de horas entre el profesorado no es equivalente, en modo alguno, al del resto del funcionariado que desempeña su labor exclusivamente durante el horario de trabajo. También podríamos preguntarnos por qué las actividades encaminadas a la formación, que presumiblemente tienen que redundar en las buenas prácticas educativas, no se programan durante el horario lectivo.

Mención especial merecen los dadores de sentido, los nuevos gurús de la enseñanza: ideólogos educativos, asesores y formadores y, como flamante y última incorporación, los portadores del liderazgo pedagógico.

Dejando a un lado a los primeros, inoculadores profesionales, el personal de los ceps está totalmente alejado de la práctica docente. Son "teóricos" que constantemente planifican y proponen, pero ajenos al sentir y a la demanda generalizada del profesorado. ¿Se les puede considerar los más idóneos para asesorar y formar al personal docente?

Los directores de los centros, por la vela que les toca, se están convirtiendo en los grandes ausentes de las aulas, puesto que su carga horaria lectiva es sensiblemente inferior a la del grueso de sus compañeros, cuando no inexistente. ¿Cómo se compatibiliza el ejercicio del liderazgo pedagógico que les atribuye la normativa con una buena práctica docente que en la realidad es ficticia? ¿No resulta paradójico que a alguien cada vez más ajeno a la labor que se desarrolla en el aula pueda ejercer un cometido de este jaez?

El espíritu de la ley incide en la enseñanza tiene que transmitir pautas, hábitos y actitudes democráticos. El profesorado, en este sentido, debe ser un modelo en su conjunto, no solo por los contenidos teóricos que deba enseñar, sino por su forma de conducirse y de actuar. No obstante, tanto el ROC como el proyecto- LOMCE, y en su momento la LEA, consagran un paradigma de funcionamiento de los centros claramente jerarquizado, donde, entre otras desviaciones, el depositario último de la sabiduría docente es un individuo: el director, mero especialista en su materia como tantos otros. ¿Por qué el legislador ha presupuesto que la honestidad intelectual del profesorado está dispuesta a soportar la onerosa defensa de una discordancia tan gigantesca entre teoría y práctica?

Cabría preguntarse si con tales precedentes, una administración que se precie, puede considerar que está estimulando y motivando adecuadamente a su valor más firme: el profesorado.

Los hechos apuntan a hacia una conjetura perversa, ineludiblemente alejada de las benévolas premisas: estas actitudes y prácticas promueven, intensifican y prolongan la efectiva alienación del profesorado de a pie, y la agonía de un cuerpo que, prácticamente, es irreconocible entre sus protagonistas.

Puro cartón piedra.
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