Llevo dos espléndidas películas ("Nebraska" y ésta) que reflejan perfectamente, el paso del tiempo, de la vida, entre la nostalgia - un refugio placentero y doloroso, a la vez - y la vacuidad del modus vivendi. Las preguntas vitales no tienen respuestas claras y definidas. "Caminante se hace camino al andar"...y nada más. La vida se nos va, y, no nos hemos enterado de nada. "Toda la vida es un truco".
El napolitano Paolo Sorrentino se ha convertido en el nuevo Fellini de la "La Dolce Vita". El cicerone será un maravilloso Toni Servillo, en su papel de Jep Gambardella. Escritor que acaba de cumplir 65 años, autor de un solo libro ("El aparato humano") y que trabaja de periodista. Vive de escándalo en un pisazo con terraza grandiosa desde la que se puede casi acariciar el hermoso Coliseo. "Yo estaba destinado a la sensibilidad". Sólo conoció el amor de joven junto al mar, en la pincelada más hermosa de su vida, tan breve y que no ha vuelto a recuperar jamás. Su máximo deseo: escribir un libro sobre la NADA. Conseguir lo que no consiguió ni Flaubert, ni Proust, ni Moravia, ni Pasolini.
Pero prepárense, porque es una película difícil de asimilar, algo diferente a lo que estamos acostumbrados. La gran protagonista será Roma, la majestuosa ciudad eterna que niega su agonía buscando en la gloria de su pasado un antídoto a lo efímero del presente. Contrastará la gran riqueza visual con la enorme pobreza espiritual de los personajes retratados. Magníficos Carlo Verdone, la deslumbrante Sabrina Ferilli (enamora con su papel de Ramona, gravemente enferma), Serena Graudi, Isabella Ferrari y Giulia Di Quilio entre otros, quienes nos llevarán a la conclusión de que todos llevamos un romano dentro. Lo artificial, el cinismo y la hipocresía se unen en un aquelarre que no deja ver la luz al verdadero yo. Las escenas se suceden regadas de grandes diálogos y situaciones que invitan a la reflexión y a la autocrítica en una búsqueda mezquina de lo que es más importante, las raíces, que no son los antepasados o la tradición familiar, sino lo que verdaderamente sostiene tu vida.
Escenas delirantes:
* el mar imaginado en el techo del dormitorio;
* la sesión de inyecciones de bótox a 700 euros (no se escapa ni la monja);
* los bailes nocturnos con la canción de Rafaella Carrá "Far l´Amore" remixado por Bob Sinclar;
* el truco de la desaparición de la jirafa entre las ruinas;
* el turista japonés que sufre una insolación mientras fotografía una bellavista romana;
* la agónica subida de rodillas, de la monja, por las escaleras de San Juan de Letrán;
* la escena del dominio de dicha monja sobre los flamencos en la terraza ("sé el nombre de cada uno de ellos");
* los grandes carteles de Martini siempre presentes y el Costa Concordia a medio hundir;
* la niña pintando un cuadro abstracto con botes de pintura en plena fiesta;
* los decrépitos banquetes y sus brillantes diálogos sobre la amistad, el amor, la religión y la vida;
* el viaje final por el río Tíber hasta el último segundo de los créditos finales.
En definitiva, el mundo no es bello, pero es retratado con belleza. Si hay algo bueno en la vida, ha de estar por fuerza en el mundo. La apoteósica y bellísima fotografía de Luca Bigazzi, lo consigue plenamente: capta la esencia de lo sublime. Es el mejor reclamo para volver a visitar Roma. SALUD.
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