Cuando la pedagogía del abrazo no es posible, el sistema educativo de un país se resquebraja. Esta película termina con un abrazo que simboliza todo lo que los "técnicos educativos" no entienden, ni valoran, deshumanizando plenamente la escuela .
Un profesor - a lo largo de la película se irá comprendiendo su drama personal - de origen argelino comienza a dar clases en un colegio de Montreal, en sustitución de la maestra titular fallecida de manera trágica - suicidio en el aula -.
A medida que conocemos al profesor Lazhar, nos encariñamos con él y su figura se engrandece hasta ganarnos por completo. Y lo mismo sucede con cada uno de sus niños y niñas - plenamente auténticos y sinceros -.
El mayor logro del filme de Falardeau está en hablar de la muerte, de la inmigración y de la educación con una mirada optimista y sin miedo, con sentido crítico pero con afecto, con una perspectiva constructiva y sin subrayar en exceso las penosas circunstancias. Por otro lado, la cinta muestra el proceso de enseñar como algo que debe superar muchas convenciones absurdas - como el no poder abrazar a un alumno -. La prioridad de proteger a los más jóvenes ha llegado a extremos sin sentido, sobre todo, cuando ellos tampoco reciben en sus casas la atención, el cariño y el respaldo que sus profesores se ven incapaces de darles.
Se habla de más cosas: de la diferencia cultural, de la burocracia, de entregar todas tus energías a un trabajo que será siempre discutido por los padres o las autoridades ministeriales. Pero en definitiva, y sobre todo, habla de cómo convivir con la muerte, con el hecho de que los que quieres ya nunca estén o permanezcan en una casi continua ausencia. Como todas las grandes películas, habla de la vida y de ese impulso que nos hace buscar lo que cada día nos dé fuerzas para levantarnos y salir adelante.
Y ese abrazo final entre la alumna Alice y el profesor Lazhar, es una lección vital. SALUD.
P.D. La fábula final del olivo quemado - como despedida a los niños y niñas - hace que se te encoja el corazón.
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