El director danés, Nicolas Winding Refn, es el
autor de esta obra maestra. Director de títulos de culto como
"Bronson", la trilogía "Pusher" o "Valhalla
Rising" (casi todos inéditos en España), "Drive" es un film llamado
a ser objeto de adoración.
El actor principal, Ryan Gosling, impresiona por su buen hacer. Destapa su lado
más indomable, aúna un impertérrito estoicismo samurai con un romanticismo
salvaje y rebelde (tipo Brando o Dean). Seguro de sí mismo, con mirada
penetrante y media sonrisa irónica, se hace querer, desde el primer momento.
Es la historia de un crack del volante que reparte su tiempo entre atracos y
trabajos como especialista en el cine. El día que conoce a Irene (Carey
Mulligan) su vida da un tumbo más drástico que una de sus piruetas
automovilísticas.
El propio actor define su personaje :"Mi personaje es como un hombre lobo.
Sabe que lleva una bestia salvaje en su interior y por eso prefiere mantenerse
alejado de la gente. Pero cuando se enamora de Irene y siente que ella está en
peligro, decide que es hora de actuar. Es un especialista (el personaje no
tiene nombre) que ha visto demasiadas películas y está convencido de que su
vida puede ser como ese cine romántico y violento que adora. En el fondo,
"Drive" es un cuento de hada".
No sé si serán sus perfectos encuadres, sus planos aéreos de esa ciudad que
resplandece en la penumbra de la noche, su hipnótica banda sonora (Cliff
Martínez), las explosiones de violencia arrancadas desde la pausa y la
sensibilidad o sus encadenados que unen la obra como si fuera carburante a
punto de quemarse en pantalla… pero Nicolas Winding Refn ha construido un
vehículo cuya única calificación debe ser de cinta de culto a través de esa
carretera llamada tiempo. Debajo de la rueda y apasionando el asfalto yacen sus
referencias. De “Vivir y morir en Los Angeles” a “Driver”, de “Impacto” a
“Bullitt”… del cine negro a su perfecta estética de estilo que derrapa entre la
Serie B y el cine indie. Sublimación de ese subgénero llamado "del neón
noir" que sería la versión negra de ci-fis como "Cielo líquido"
(Slava Tsukerman, 1982) o mi idolatrada "Blade Runner" (Ridley Scott,
1982).
Este conductor tiene mucho de Bogart o de Steve McQueen, pero sobre todo tiene
de un Ryan Gosling inconmensurable, frío y distante, y que te arropa
cálidamente con la mirada. Pero no solo tiene a Gosling, tiene a una Carey
Mulligan brillante y sensual, que baja considerablemente el nivel de
testosterona que tiene la película. Tiene a un Bryan Cranston en un papel que
parece hecho a su medida, y en el que el protagonista de Breaking Bad da un
recital en los pocos momentos que sale en pantalla. Tiene a una brevísima
Christina Hendrick, que en apenas cincos minutos seduce al espectador. Tiene a
unos Ron Perlman y sobre todo Albert Brooks, como unos villanos terroríficos.
Todos y cada uno de los actores, en un excepcional reparto, dan lo mejor de sí,
exprimidos al máximo bajo el guantelete de Winding Refn.
El propio director mira el retrovisor y habla de un homenaje a Alejandro
Jodorowsky e inspiración en “Scorpio Rising” de Kenneth Anger. Es cierto,
“Drive” habla sobre un escorpión, que por naturaleza es solitario, en el cuerpo
de un personaje sin nombre que podría haber parido el cine de Leone. Pero
también nos habla de mortíferos aguijones frente a balas y armas de fuego, nos
quema con manos peligrosas y dinero sucio, nos conduce a la naturaleza de las
cosas, de esperar el momento, de cómo construir la secuencia desde la hipnosis
para cazarnos, para pisar el acelerador, dar un volantazo y asestarnos un golpe
letal como espectador y presa. Nicolas Winding Refn se sitúa en terrenos
explorados por pocos, en el camino que atraviesa inalcanzables carreteras
secundarias, pasto del desierto y territorio vedado y prohibido, como las de
Lynch y Tarantino. No hay lugar equivocado para el escorpión sino para el que
se enfrenta a su aguijón aunque tiene una debilidad compartida con la mayoría
de las bestias… la necesidad del amor. Y en “Drive” el amor se equipara a esa
sensación del espectador de encontrarse en una carretera cubierta de niebla
junto a un profundo acantilado. No pares. Pisa el acelerador y déjate llevar.
P.D. Hasta los créditos en rosa suponen un homenaje a la película Risky
Business (Paul Brickman, 1983).
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