En la que será mi última temporada como entrenador de fútbol sala, el reto es superlativo: sólo me dan dos horas semanales de pabellón para nuestros tres equipos federados (benjamín, alevín e infantil). Tendré que explotar mi vena creativa para conseguir que nuestras niñas sigan creciendo como futbolistas. Ya a cada niña se les regaló un balón oficial para que practiquen donde puedan, en el llamado entrenamiento invisible (donde el míster no puede estar presente y depende de la voluntad de la jugadora). También mendigaremos por pistas exteriores que por lo menos dispongan de un simple servicio. Seguramente, estas dificultades y obstáculos nos harán más fuertes y resistentes. No se ha tenido en consideración que somos la única cantera que no cobra nada a sus niñas, que simplemente está haciendo una inmensa labor social. Nos hemos convertido en un problema, en una anomalía. Intentaré disfrutar de mis últimos setenta y siete entrenamientos. AÚPA GUADA. SALUD.
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