El lunes cambió poco el tiempo atmosférico.
Al mal tiempo buena cara.
Las nubes acecharon durante toda la mañana.
Nuevo paseo de unos ocho kilómetros para abrir el apetito.
Ciertos parajes costeros tienen una belleza especial.
Por la tarde decidimos subir al norte de la isla y visitar La Laguna, capital de Canarias hasta el siglo XIX. Los guanches denominaban Aguere a la zona.
La oficina de turismo está en la Casa Alvarado-Bracamonte que dispone de un patio precioso.
Fue una agradable sorpresa esta ciudad universitaria tan singular.
Da gusto recorrerla pacientemente viendo cada detalle de su arquitectura.
Una a una surgen las sorpresas en un ambiente acogedor.
La hermosa Plaza del Adelantado con sus dragos.
Las balconadas son mágicas.
A cada paso te saludan.
Hasta la casa más simple dispone de su pequeño balcón de madera.
Desde lugares inverosímiles aparecen miradores.
La vida universitaria se nota en los graffitis de los locales nocturnos.
Hasta una estatua a Juan Pablo II tienen. Merecería la pena una visita más prolongada. Cuaderno de bitácora del segundo día. SALUD.
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