El pasado martes fui a la Plaza San Antonio ( en Cádiz ) para la inspección médica solicitada por MUFACE. Ya no las hace la inspección médica de Educación sino la Seguridad Social. Al traspasar la puerta me encontré con una imagen lamentable. Tres filas de sillas abarrotadas, gente de pie, mirando hacia unas pantallas que anunciaban el número de visita y la sala correspondiente. Sala claustróbica, impropia del siglo XXI, que anuncia cómo te van a tratar aquí: como el ganado.
Me dan el número y la sala, y me recomiendan que esté pendiente del "marcador electrónico". Una simple mirada a las personas te lleva a la máxima tristeza posible. Esto parece un campo de concentración. Se junta la enfermedad propia y el miedo a las consecuencias de una decisión que se tomará en breve. Dan ganas de llorar.
Me entero de que a los de M.U.F.A.C.E. nos revisan con especial dedicación. En sala once me recibe una doctora con cara de malas pulgas. Ni unos "buenos días" ni un "siéntese, por favor". Mirando al ordenador me pide que le dé toda la documentación que tenga y el DNI. Le entrego los informes del médico de cabecera, la psicóloga y la psiquiatra del Hospital Virgen del Camino. Los lee, subraya algunas líneas y me solicita que le explique mi problema. Aún no ha tenido el detalle de mirarme a los ojos. Sólo teclea frente al ordenador. Frialdad absoluta. Empiezo a sentirme mal.
Me gusta que me miren cuando hablo y los médicos suelen hacerlo. El máximo interés de ésta señora es que le entregue documentos que prueben la historia de mi enfermedad. Intuyo que los tres informes entregados no son suficientes por un gesto de su boca. Me pide que le cuente mi problema en el colegio y al minuto me dice que eso es un tema laboral y que ella no está allí para eso. Le replico que el tema laboral trae consecuencias psicológicas y que los tres informes lo confirman. Me dice que está harta de los maestros y maestras con tantas bajas y que me ponga a trabajar con más ganas.
Sabiendo que la suerte estaba echada me despido cortésmente y me rechaza hasta la mano. Y dicen que a los de MUFACE nos tratan especialmente bien. No quiero imaginarme al resto de criaturas que tengan que sufrir estas humillaciones.
Ahora esa decisión de una médico (frente a tres dictámenes de otros tres profesionales como ella) traerán consecuencias indeseables. Mi vuelta al CEIP LA DEHESILLA cuando tenía fundadas esperanzas en no volver al lugar de mi mal, mi pesadilla. Supongo que el claustro tampoco estará muy contento por la mutua animadversión. La chavala que me sustituye queda fastidiada en su contrato. En fin, serán tres meses en los que enfermaremos más de uno, aunque a la inspección médica eso le importe un pimiento. ¡Que Dios me coja confesado !
P.D. Sólo le pido a Dios que de aquí al 30 de junio no me dé otro ataque de ansiedad tan malo, que no sea expedientado por mis "enemigos acérrimos", y que logre llegar bien al 1 de septiembre en mi nuevo destino: el CEIP PRINCESA SOFÍA. SALUD.
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