"En la vida, lo importante es la capacidad de responder ante el sufrimiento del prójimo." (Ludwig Wittgenstein)

sábado, 1 de octubre de 2016

Cuando te rompen la vida sólo te queda la ira más profunda


Raúl Arévalo logra en su primera obra como director un auténtico peliculón.
 Antonio de la Torre  (José, personaje solitario y atormentado), Luis Callejo (Curro, machista y chulesco) y Ruth Díaz (Ana, mujer desbordada por su propia incertidumbre vital) bordan sus personajes y culminan interpretaciones magistrales.
Se nota en el guión la mano del psicólogo David Pulido. Hay mucho de psicología en la película, de sentirse muerto en vida, de rencor latente,  de odio visceral, de ansia de venganza por encima de todo. De auténtico dolor que nunca curará.
Dividida en cinco partes (El Bar, La Familia, Ana, Curro y La Ira) las sorpresas irán surgiendo con el cambio de papeles de los protagonistas. Un atraco a una joyería, con la muerte de una joven y la lesión irreversible de su padre, dará ocho años más tarde a una venganza despiadada. Connotaciones de road movie, de western clásico, de tragedia griega. Buena fotografía de Arnau Valls Colomer. Y en la banda sonora de Lucio Godoy, Miguel Poveda versiona a Bambino. Vayan a verla.

Escenas a recordar:
* la primera del atraco, con Curro al volante de un coche hasta el vuelco y la detención;
* las de las partidas de mus para pagarse una ronda en el Bar Carrasco, marcando el ambiente de la subcultura de la pobreza marginal;
* el vis a vis de Ana con Curro en la cárcel, y a renglón seguido, con un aparentemente José enamorado en su amplia casa;
* en el hospital cuidando de su suegro en estado vegetal y la llegada de Curro que al ver al enfermo comprende quién es José verdaderamente, y cuáles son sus planes;
* la muerte de Santi en el gimnasio, plena de realismo ante la mirada atónita de Curro que no se cree el cambio de registro de José;
* el visionado por Ana - en la casa de campo de José -, de las cintas de recuerdos anteriores a la muerte en la joyería;
* la tensa comida en casa de Julio, donde las miradas y los gestos de los tres hombres lo dicen francamente todo, sin que se entere de nada la feliz embarazada;
* el ajuste de cuentas a Julio en la pocilga de sus propios cerdos, sin piedad ante sus ruegos porque va a ser futuro padre;
* el diálogo en el dormitorio del motel de carretera, donde José explaya todo el dolor acumulado, y donde Curro comprende que no cejará hasta acabar con todos los participantes de haber truncado su futuro;
* la última ejecución, en el Bar Carrasco de toda la vida, escopeta en mano y con la niña durmiendo que se despierta;
* el abrazo final de Ana y Curro cuando no saben si van a morir o no. Y los espectadores con el corazón en un puño rogando que no haya más muertes.


P.D. Sigue resultando una pena que películas de tanta calidad no lleguen a las salas de Sanlúcar. El público sanluqueño se pierde lo mejor del cine español de actualidad. SALUD.

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