"En la vida, lo importante es la capacidad de responder ante el sufrimiento del prójimo." (Ludwig Wittgenstein)

jueves, 11 de diciembre de 2014

El mejor análisis de las pasadas elecciones sindicales




Mal Consentido: Análisis Sobre Las Elecciones Sindicales del 4 de diciembre de 2014

Siempre lo intentaste. Siempre fallaste. No importa. Inténtalo otra vez. Falla de nuevo. Falla mejor”
(Samuel Becket)
CONSIDERACIONES GENERALES
a) La no-participación del profesorado como suicidio colectivo.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define `sindicato´ como: “Asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros”. A juzgar por el índice de participación en las recientes elecciones sindicales (apenas por encima de un tercio), cabe concluir que los docentes entienden que se trata de un ámbito más donde se aplica la característica “perversión semántica”, cuando las cosas no son lo que significan (así en “programa de calidad”, “atención a la diversidad”, “integración”, “competencias”, etc.).
Imaginemos un grupo de pasajeros que ha de elegir, entre una lista de candidatos que incluye a terroristas, azafatos, camareros, turistas y pilotos, quién ha de pilotar el avión donde van a viajar. Sin duda, la abstención sería una actitud muy imprudente. En el entorno sindical, aunque menos dramático a corto plazo, pasa lo mismo (y no faltan quienes se enorgullecen de esta deserción letal). Los griegos acuñaron el término idiotés para aquel que se cuidaba únicamente de sus cuitas privadas y no de los asuntos políticos (en sentido etimológico). Y Hannah Arendt habló de que una vida humana sin la dimensión pública (la vita activa) padecía una amputación esencial que la malograba de antemano. Pues bien, la participación en las últimas elecciones sindicales debería mover a la reflexión a los docentes andaluces. Dos tercios no han votado: o están extraordinariamente satisfechos con la situación de la enseñanza o practican una desafección sorda ante las alternativas. Ambas interpretaciones son desesperanzadoras y exigen una regeneración política y moral de hondísimo calado.
b) La abstención (selectiva) como objetivo.
La abstención no es un efecto indeseable, sino planificado, premeditado y logrado. Sería facilísimo que las votaciones se hicieran a nivel de claustro, o con urnas itinerantes, o incluso habilitar una aplicación electrónica para votar. Todas estas alternativas al modelo actual supondría, además, un importante ahorro (en un contexto precisamente de maxirrecortes).
Según la Constitución, la Administración debe favorecer la participación. Pues aquí hace justo lo contrario. La información ha sido casi nula: ¿cuántos profesores ni siquiera se han enterado de que había elecciones? Lo idóneo hubiera sido arbitrar un período de tiempo común para favorecer la participación en lugar del permiso personalizado.
El nivel de abstención se ceba muy especialmente en Secundaria. La Administración nunca proporciona los datos desglosados, pero es fácil comprobar que son muy pocos los profesores que se toman la molestia de ir a votar a sus representantes. No es casual ni inocente. Se busca la abstención del docente y, muy especialmente, del profesor de Secundaria. Se nos reúne bajo la etiqueta imposible de “enseñanza no universitaria”: lo que nos “define” es, por tanto, lo que no somos. No ocurre lo mismo en otros países europeos, donde las mesas de negociación están separadas por niveles o tipos de enseñanza. Gestionar intereses tan plurales, y a menudo tan opuestos, resulta complicado para Administración y sindicatos. Por tanto, se opta por “invisibilizar” a los docentes secundarios.
De ahí que, una elección tras otra, se ubique el 90% de los colegios electorales en centros de primaria, a pesar de que los Institutos están mejor dotados para acoger unas elecciones (por eso, en ellos se celebran las elecciones políticas). Con el objetivo de mantener el statu quo, la Administración incluso pone en riesgo a los niños pequeños ante el inevitable trasiego que se produce durante las elecciones.
c) Un modelo oligocéntrico
El modelo es muy claro: concentrar la representatividad en unos pocos sindicatos sobresubvencionados, que tienen en la Administración a su mejor “cliente” (hasta el 85% de su presupuesto en algún caso, liberados sindicales aparte).
De ahí que se exijan condiciones draconianas para presentarse en cada circunscripción (tantos candidatos como delegados elegibles: entre 33 y 63 por provincia), restringiendo así gravemente el abanico de posibilidades sindicales.
O que, luego, sea necesario un 5% de los votos para entrar en el reparto. Esto supone un porcentaje superior al de unas elecciones políticas, situado en el 3%. Esto no es lógico ni democráticamente decente.
d) Atención a la desigualdad
En este ámbito, la desigualdad es motor y objetivo del sistema. Por ejemplo, a los sindicatos “consolidados” (ANPE, CCOO, CSIF, UGT y USTEA) se les ha concedido, en estas elecciones, una liberación extra de dos meses para realizar la campaña. Esto conculca de manera flagrante el principio de igualdad, precisamente en un ámbito tan digno de cuidado como son unas elecciones.
Otros ejemplos de la misma actitud dadivosa son los 10 liberados totales que la Consejería, extra legem (al margen de la ley), regala a cada sindicato por entrar en mesa sectorial, que vienen a sumarse a todos aquellos que entran en cualquier negociación. Según se publicó recientemente en prensa sólo en la enseñanza no universitaria existe un mínimo de 300 liberados sindicales totales donados por la Junta de Andalucía, un enorme despilfarro de dinero público no justificado en intereses generales (más bien lo contrario, pues discrimina ilícitamente a otros sindicatos).
Esta vocación interesada de desigualdad, a menudo, ingresa de lleno en lo ilegal. La Consejería ofrece un acuerdo a los sindicatos que abogan por las liberaciones totales, multiplicando las horas que, en rigor, le corresponderían. Sin embargo, a los sindicatos que optamos por las liberaciones parciales no nos ofrece un acuerdo análogo sino que nos aplica estrictamente el mínimo estipulado legalmente. Esta discriminación objetiva ha merecido ya varias sentencias contra la Consejería (del Tribunal de lo Contencioso y del TSJA).
En definitiva, estamos inmersos en un régimen netamente clientelar. Y, digámoslo claro, si los sindicatos negociaran con el entusiasmo debido la recuperación de las pagas extras, la reducción de las horas de clase, la disminución de las ratio, la merma salarial por bajas de enfermedad, etc., ello podría amenazar las generosas partidas presupuestarias, sus cursos de formación, sus liberados, sus congresos… Por eso es tan letal el desentendimiento del profesorado.
e) [Piensa] como alternativa
[Piensa] aboga por un cambio radical de paradigma. Y es coherente con él: somos ya el cambio que nos gustaría ver hecho realidad. Por ejemplo, renunciamos a todo tipo de subvención: el 100% de nuestros recursos económicos proviene de nuestros asociados. No hay otro sindicato que haga eso. En otro contexto, con procedimientos objetivos e imparciales, con separación radical entre Administración y sindicatos, entre Estado y sociedad civil, una subvención pública no tendría por qué suponer sospecha o mancha. Sin embargo, en el momento actual, sí.
Tampoco queremos liberaciones totales, que suponen una importante deriva hacia la `castidad´ (de casta, claro) sindical. La apuesta revolucionaria -e incumplida- de la democracia es que todos seamos políticos. Nosotros somos profesores que, para serlo de manera cabal, salimos a la plaza pública a defender la enseñanza. Y lo hacemos sin ninguna vocación por erigirnos en “especialistas en representar”. Pretendemos contagiar, nunca sustituir.
ANÁLISIS DE RESULTADOS
a) Resultados de los demás sindicatos
Lo hacemos muy brevemente y sólo en lo que tiene de síntoma global, que no es asunto ni gusto nuestro el corral ajeno.
La lógica clientelar, descrita arriba sumariamente, se reproduce en cada subnivel (también en los centros educativos, por supuesto). Los sindicatos ofrecen entre sus “mercancías” desde descuentos en gafas, excursiones a Isla Mágica, campamentos de verano…; o bien servicios más específicos como: puntos para concurso de traslados (por ejemplo, con la posibilidad a priori de publicar en sus revistas), “gestión” de comisiones de servicios y otros (tenemos el anuncio de un sindicato que ofrecía, en su día, la defensa ardorosa de las licencias de estudios presentadas por sus afiliados en las comisiones de baremación). Estas inmensas gestorías, que actúan bien al margen, bien en contra del interés público, cuando llegan las elecciones, movilizan y controlan a sus “favorecidos” para que voten y hagan votar.
Eso les garantiza un porcentaje de voto “fiel”, pero esta lógica clientelar no explica que, después de todo lo que ha emergido en los últimos tiempos, CCOO sólo pierda 10 delegados (de 64 a 54) y UGT 11 (de 46 a 35). Especialmente si atendemos a que se han centrado en conseguir mejoras salariales para los docentes de la enseñanza concertada.
CSIF mejora sus resultados que ya eran muy buenos hace 4 años (pasa de 91 a 95 delegados). Al profesorado, según parece, no le ha ido mal este cuatrienio para renovarles con tanto brío la confianza. Sin embargo, después de 4 años con más del 25% del total de delegados las condiciones del profesorado no han dejado de empeorar. Entendemos que la “F” de Funcionarios puede dar lugar al equívoco de que lo que prima en ellos es la representación corporativa del funcionariado, aunque en los últimos tiempos ha enarbolado la defensa de los empleados públicos, es decir aquellos elegidos “a dedo” por la administración.
 ANPE sube bastante (de 49 a 56). Este sindicato también carece de una idea articulada sobre la educación, limitándose casi en exclusiva a gestionar intereses privados (práctica las más de la veces en perjuicio de los intereses generales del profesorado).
 APIA obtuvo 26 delegados en las elecciones de 2006; 23, en las de 2010, y 20, en las presentes. Es decir, en el peor momento laboral, profesional y social del profesorado, APIA mantiene una línea claramente descendente (que contrasta con la anterior: 8 delegados en 2002, al poco de nacer, y 26 en 2006, o sea, un incremento del 325%).
b) Y [Piensa]
 No ocultamos que los resultados de [Piensa] han sido malos. Únicamente conseguimos presentarnos en tres provincias por las razones esgrimidas arriba (conseguir decenas de profesores que quieran ser candidatos a sindicalistas en los tiempos que corren es tarea intensa y extensa). Y sólo en una de ellas, Sevilla, hemos obtenido representación: 4 delegados. Esto supone un descenso de 3 delegados respecto de los 7 de 2010 (perdemos 2 en Huelva y 1 en Sevilla). Un fracaso.
 Ahora bien, el proyecto actual de [Piensa] es un proyecto jovencísimo. Hace apenas tres meses que estrenábamos reducciones sindicales. El equipo que se ha formado es extraordinariamente capaz e ilusionante (la mayoría, por cierto, sin experiencia sindical previa alguna). Durante este tiempo, a veces con más desesperación que acierto, hemos hecho muchas cosas. Sin duda, también hemos cometido errores. Los resultados suponen un duro golpe para el proyecto, pues mermará significativamente las horas de dedicación sindical.
 Sin embargo, también somos muy conscientes de nuestra fuerza: tenemos ideas claras, objetivos transitivos, honestidad a prueba de sombras, inteligencia crítica, voluntad de revelarnos y rebelarnos, capacidad de trabajo, aporte erguido y cómplices valiosísimos. Con una compañía así, se sobrellevan mejor todas las estrecheces.
Estamos orgullosos de lo que somos y confiamos plenamente en nuestro potencial. Los resultados llegarán, quizás algo más lentamente, pero llegarán. Vamos a transformar la enseñanza. Este discurso alegre puede antojarse imprudente o necio en la hora actual, en que tantos elementos (y “elementos”) se conjuran contra nosotros. Les invitamos a que sigan atentos a [Piensa] y comprueben si, como sostenemos, los nuevos tiempos están a favor de nuestro proyecto.
Decía Juan Carlos Tedesco que “Si algo es necesario, tiene que ser posible”. Con esa traslúcida fe carbonera, continuamos adelante. Siempre habrá coartadas para no hacer nada, para quedarse en el camino. Pero entendemos que en el mismo contrato de docente va el no bizquear la mirada ante lo que nos vasalla y avasalla, sino arrostrarlo y vencerlo.
Fernando Savater, en un contexto ciertamente distinto (País Vasco), lo expresó con lucidez y precisión cirujana y ciudadana:
 “Sentirse animado o desanimado ahora es ya cuestión de carácter. Comprendo muy bien a los que, ante el olor y el color de lo que han sacado a flote estas elecciones, sienten la tentación de tirar de la cadena y marcharse dignamente. Pero yo prefiero acordarme de aquel ácrata, ‘tipógrafo que fue de La Moderna’ en el bello poema de Félix de Azúa, que gritó ante el pelotón de fusilamiento: ‘¡Viva el perder!’. Y permanezco junto a los que siguen jugando, aun sabiendo que hay tantas cartas marcadas. A los acomodaticios, a los resignados, a los amonestadores que todo lo adivinaron antes que nadie pero procuraron decirlo después, a quienes nos preguntan: ‘¿Habéis aprendido la lección? ¿Os arrepentís?…’, les responderemos la palabra sagrada con la que empieza la libertad: ‘¡No! Claro que no’”.
 ¿Nos arrepentimos de lo que hicimos, de lo que hacemos, de lo que seguiremos haciendo?
¡No! Claro que no.
 Seguimos en marcha.

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