Nuevo libro sobre el comisario Kostas Jaritos quien resolverá una auténtica tragedia griega. No desmerecerá a Antígona ni a Edipo. Cuatrocientas catorce páginas dudando de todo el mundo, para que al final, se cierre el círculo perfecto, de un drama imposible de parar.
Las vacaciones de Jaritos - ¡qué poca fortuna! - en una isla del Mediterráneo, se ven interrumpidas por un violento terremoto que traerá consigo la aparición de un cadáver asesinado. A partir de ahí, se unirán todos los elementos de una buena novela negra: locales de alterne, blanqueo de dinero, políticos corruptos, equipos de fútbol comprados, drogas, amor y odio entre familiares,...
Un famoso árbitro, Petrulias, es asesinado en la isla de Jora, donde casualmente, pasaban sus vacaciones Jaritos y su simpática mujer, Adrianí, en casa de unos familiares. Ambos se ven obligados a volver a la capital, Atenas. Ella se reintegrará a su vida doméstica - viviendo con gran satisfacción el noviazgo de su hija Katerina con el médico Fanis -, y él en su viejísimo Mirafiori, empezará a atar cabos hasta llegar a resolver el caso. Tendrá la ayuda valiosísima de Vlasópulos y Dermitzakis, los dos subtenientes del Departamento, y la de Markidis, el forense.
El principal sospechoso del asesinato de Petrulias, Konstantinos Kustas - dueño de varios locales de alterne, de varios equipos de fútbol, conocido "blanqueador" de millones de dracmas,... - también será asesino, delante de uno de sus locales. Entretanto aparecen varias fotografías de ex-ministros completamente desnudos con chicas de su "propiedad". Se reciben órdenes desde arriba para cerrar el caso y expedientar al comisario por pasar de la línea roja. Cuando todo parecía perdido - incluso sufre un ataque al corazón que está a punto de costarle la vida, fruto de la ansiedad de verse apartado injustamente -, el periodista al que nunca aguantaba, Sotirópulos, hará una campaña a favor de su integridad y honradez, desde los medio de comunicación. Y ya sabemos el miedo que le tienen los políticos a la televisión y a la prensa.
Pero la tragedia, va por otros cauces insospechados. Léela. Hasta el último renglón, hasta la última palabra, no se decide el final. Magistral. SALUD.
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