El último icono rojo
por RAQUEL QUÍLEZ
«Si volviera a nacer, no cambiaría ni una coma de lo que he hecho. Procuraría ser más hábil en algunos momentos, más abierto con algunas posiciones a las que tuve que enfrentarme, pero, en lo esencial, no tengo ningún problema de conciencia. Estoy satisfecho con mi vida», dijo de sí mismo el día que cumplió 96 años (2011). Y esa vida de la que hablaba escondía infinitos matices; cientos de leyendas para la loa 0 la crítica. Santiago Carrillo (1915-2012) ha sido una de las figuras políticas más longevas de España. También una de las más determinantes para su devenir democrático. Activo y analítico hasta el final, el que fuera secretario general del Partido Comunista Español (PCE) de 1960 a 1982, deja tras de sí páginas y páginas para la Historia.
Nació en Gijón en enero de 1915, hijo de un sindicalista, y supo muy pronto que formaba parte de la clase obrera. «La primera vez que tuve conciencia fue con seis años, cuando mi padre me llevó a una manifestación y vi cómo la Guardia Civil le detenía. Entonces ya supe que estaba en la parte de los que tienen que luchar contra el sistema», contaba a ELMUNDO.es. Luego se mudó a Madrid, donde, desde 1928, militó en las Juventudes Socialistas y fue secretario general de la organización unificada con las comunistas (JSU). En julio de 1936 se afilió al PCE y defendió la República en el Frente de Madrid.
Fue entonces cuando se produjo el episodio más negro de su carrera, ése que siempre le perseguiría. Como delegado de Orden Público y miembro de la Junta de Defensa de Madrid, tuvo la responsabilidad última sobre la matanza de Paracuellos —un gran número de militares sublevados presos fueron asesinados cuando eran trasladados a Valencia—. Él nunca se cansó de defender su inocencia, pero su argumento fue muchas veces rebatido: «Hubo una guerra, me tocó quedarme en Madrid cuando todos se marchaban. Se fue el Gobierno, pero dejaba en la cárcel a dos mil y pico militares sublevados (...) Hubo que trasladarlos sin que tuviéramos fuerzas de seguridad para protegerlos de las iras de la gente. Y en el camino, alguien atacó al convoy. Mi única responsabilidad fue no ser capaz de controlar las iras de personas que estaban viendo morir a sus hijos y sus esposas en una guerra».
Y su bando perdió la guerra y, en febrero de 1939, Carrillo cruzó la frontera rumbo a un exilio de cuatro décadas. A Francia le seguirían la URSS, EEUU, Argentina, México, Argelia y, de nuevo, París. La mitad de su vida se le fue esperando volver.
'Delfín' de Dolores Ibárruri 'La Pasionaria', Carrillo fue elegido secretario general del PCE en el VI Congreso del partido (1960). Empezó entonces otra etapa política, la que llevaba a la Transición y la que le enfrentó con sectores de la izquierda que consideraron que su defensa de la 'reconciliación nacional' y el pacto de todas las fuerzas 'antifranquistas' dejaba ideales por el camino. Tras la muerte de Franco, Carrillo supo que tenía que volver a España y, en febrero de 1976, entró en el país como un fugitivo—con la mítica peluca suavizando el icono—. Fue el año de la clandestinidad, el que él recordaba con más cariño. En diciembre de ese año compareció en una rueda de prensa en Madrid y en febrero de 1977 promovió una cumbre eurocomunista. Fue detenido, pero el respaldo internacional le dejó en libertad bajo fianza y le transformó en 'ciudadano legal'. El 9 de abril de 1977, consiguió su objetivo: el PCE fue al fin legalizado.
'Delfín' de Dolores Ibárruri 'La Pasionaria', Carrillo fue elegido secretario general del PCE en el VI Congreso del partido (1960). Empezó entonces otra etapa política, la que llevaba a la Transición y la que le enfrentó con sectores de la izquierda que consideraron que su defensa de la 'reconciliación nacional' y el pacto de todas las fuerzas 'antifranquistas' dejaba ideales por el camino. Tras la muerte de Franco, Carrillo supo que tenía que volver a España y, en febrero de 1976, entró en el país como un fugitivo—con la mítica peluca suavizando el icono—. Fue el año de la clandestinidad, el que él recordaba con más cariño. En diciembre de ese año compareció en una rueda de prensa en Madrid y en febrero de 1977 promovió una cumbre eurocomunista. Fue detenido, pero el respaldo internacional le dejó en libertad bajo fianza y le transformó en 'ciudadano legal'. El 9 de abril de 1977, consiguió su objetivo: el PCE fue al fin legalizado.
Arrancó así su carrera en el Congreso. Fue elegido diputado en los primeros comicios democráticos, junio de 1977, y reelegido para la legislatura de 1979, cuando se encontró con el Golpe de Estado de Tejero —Carrillo, el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el vicepresidente Gutiérrez Mellado fueron los únicos que permanecieron en su escaño,desobedeciendo las órdenes militares. Los tres perderían después las elecciones—.
Tras una grave crisis interna, acentuada por la derrota en las generales de 1982, Carrillo presentó su dimisión como secretario general del PCE y en 1985 se separó definitivamente del partido y creó un nuevo grupo político: Partido de los Trabajadores-Unidad Comunista, con el que acudió a las elecciones del 86. No obtuvo escaño. En 1991 firmó el ingreso de esa formación en el PSOE, pero él quedó fuera, dando por terminada su actividad política. Desde entonces, cultivó la dialéctica en libros, conferencias y medios. Nunca se jubiló de la militancia: «Esto tiene que cambiar; los que ganan, ganan siempre y las víctimas, lo son siempre», seguía diciendo con 96 años.
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