"En la vida, lo importante es la capacidad de responder ante el sufrimiento del prójimo." (Ludwig Wittgenstein)

martes, 7 de enero de 2014

El huevo de la serpiente sigue vivo en Europa


Cuando todos están acostados en la misma cama, de una mísera casa gitana, y la hermana Anna pronuncia el tranquilizador "sólo es el viento, descansa", se inicia la matanza. Serán los siete últimos minutos de la película, quizás como símbolo del siete eterno bíblico. Si encima está basada en hechos reales, producidos en el corazón de la Europa Comunitaria (Hungría), hace pocos años (2008), la conclusión es evidente: el huevo de la serpiente del nazismo sigue vivo en Europa. De nada ha valido el trágico y holocáustico siglo XX, no hemos aprendido nada. La condición humana es miserable, te hace sentir vergüenza de pertenecer a la misma especie que perpetra semejantes muestras de racismo y xenofobia.
En una granja remota vive una familia húngara: una madre pluriempleada, un abuelo enfermo mental en el sofá, una hija responsable y fantasmal (Anna) y, por último, un hijo ( Rio) algo gamberro. Cada uno, a su manera afrontan el día de la mejor manera posible. Estamos en verano y, desde hace varios meses, una banda racista se dedica a atacar a las familias gitanas y a quemar sus casas.
Benedek Fliegauf abraza el realismo más crudo para concretar uno de los ejercicios fílmicos más valientes de los últimos años. Su tono será serio, frío y respetuoso. La película se convierte en un proceso agobiante, cargado de máxima tensión. Se hace insufrible sabiendo cuál va a ser el final. Somete a los humildes protagonistas, y a la vez,  traspasa la pantalla para agarrar del cuello al espectador, que notará como le cuesta respirar, conforme se acerca el final.
La tremenda la fotografía de Zoltán Lovasi nos acerca a una  Hungría desconocida y ocultada al paraíso turístico. Pero capta la belleza del paisaje magiar, donde cada día sale el sol y se pone (¡ qué bello anochecer ! previo a la tragedia). La vida sigue impasible su curso pase lo que pase, ajeno a la locura humana.
El bosque, siempre como elemento universal y espacio de naturaleza humana, actúa de hogar para la familia pero también es donde nacen todos los miedos. Ir a dormir se presenta como una amenaza.
Se hace imposible la relajación, la tensión existe y por partida doble. Por una parte, en la esfera privada, es obvia la sensación de ser los protagonistas de una caza, de una persecución, de ser blanco perfecto, de acecho invisible constante. Y por otra parte, en la esfera pública, las escenas de rechazo social son varias. Es decir, la tensión latente en todo momento por evitar el ataque ajeno, se suma con la tensión racial que existe en Hungría de forma creciente. Da terror pensar que puede estar ocurriendo en estos mismos momentos. Al final, te ves preguntándote con cierto aire de Dylan ¿Cuántos gitanos tienen que morir antes de que sean vistos como personas? SALUD.

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