"En la vida, lo importante es la capacidad de responder ante el sufrimiento del prójimo." (Ludwig Wittgenstein)

sábado, 11 de enero de 2014

Deseando amar salvajemente


Acudí a verla por la aureola que tenía con tantos premios y críticas positivas.  La verdad, sin desmerecer esta extraordinaria obra, se hace un poco larga con las tres horas (incluye los capítulos 1 y 2) de duración. Y se hace larga porque el director, Kechiche, te agota de emociones y sentimientos. Como quien no quiere la cosa, te mete con primerísimos planos, en el cuerpo y en el alma de Adele, una joven que desea amar locamente. Es la fuerza de la juventud. No se puede contener, es desbordante, es pasión. Y uno no está ya para esos trotes.
Adele con su perpetuo desamparo e íntima soledad, descubrirá su lado lésbico después de probar con un chico cañón. Siente que se engaña a sí misma y al chaval. Que finge, que no funciona, que no hay plenitud en la vida que lleva. Necesita otra cosa, otra experiencia, un no sé qué.
Con quince años, lleva una vida típica de adolescente, con su instituto, amigos de todo tipo, amigas cotillas, relaciones sexuales, afectos familiares, y sobre todo, sus dudas sobre lo que debe de sentir y lo que en realidad siente. Y es que Adele siente que le gustan las chicas, pero cree que no está bien, sufriendo por ello. La eterna lucha entre los convencionalismos sociales y la libertad de ser tú misma.
En plena calle, delante de un semáforo, llegará el momento clave. Se cruzará con una joven (Emma) de pelo azul abrazada a su compañera. Se produce el "fogonazo". Desde la primera mirada ( flechazo instantáneo) se unirán amor y sexo salvaje. Perfecta fotografía ( Sofian El Fani ) de dos cuerpos contorsionándose hasta los orgasmos finales. Será una exaltación limpia del deseo puro (aunque habrán espectadores que sólo vean pornografía). Ya no habrá vuelta atrás, su vida queda trastocada para siempre. 
Las dos actrices principales han sido "exprimidas" al máximo: Adéle Exarchopoulos y Léa Seydoux. Ambos personajes se complementan, aprenden entre sí, se dejarán una huella indeleble. Son sin la menor duda, lo mejor de la película.
Abdelatif Kechiche se acerca a esta historia colocando la cámara en los rostros de sus protagonistas. Deja que sean ellas mismas las que vivan su historia. Cada momento de sus vidas es un trozo de verdad, de naturalidad, bien sea en las risas o en llanto, en el sexo o en el sufrimiento. Adele y Emma no dejarán de emocionar al espectador ningún instante, de ahí el agotamiento, al cabo de tres horas.
P.D. El final, deja abierta la posibilidad de la existencia de más capítulos. Sería una gozada pero, por favor, de uno en uno. SALUD.

No hay comentarios: