El martes pasado, solicité solidaridad al claustro para la petición a inspección (de Educación en Cádiz) , de las cuatro "cartas secuestradas"pertenecientes a la campaña de Amnistía Internacional. Sus destinos eran salvar vidas en Ucrania, Guinea Ecuatorial, Irán y Canadá.
Pues bien, sólo recibí achaques y recriminaciones, olvidando el fondo de la cuestión: nadie debe apropiarse de lo que no es suyo. Pedimos, simplemente, que nos devuelvan las cartas que con tanto amor y solidaridad quisimos enviar y no pudimos. Máxime cuando una de las personas implicadas ha fallecido en durísimas condiciones en las cárceles de Malabo. La descripción del último testigo es espeluznante: "orinaba y defecaba sangre, no podía tenerse en pie"(todo ello después de un brutal paliza recibida). Su pecado: protestar en la calle contra el régimen dictatorial del señor Obiang. Otro preso de conciencia que se nos va.
Esas cartas han pasado a ser un símbolo para mí, que quiero conservar como "oro en paño", que serán iconos en esta lucha por los Derechos Humanos, que muchos no quieren compartir. Se prefiere mirar para el otro lado. ¡Así va el mundo!
P.D. El lunes, intentaré conseguir la solidaridad necesaria en el sector de padres y madres. Ojalá me den lo que me han negado en el sector profesorado.Epifanio Pascual Nguema os hubiera dado las gracias.SALUD.
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