Nadie puede negar la influencia (para bien y para mal) que un padre tiene en nuestras vidas. Quizás sea el hombre que más va a determinar nuestro carácter y nuestro corazón. Y cuando se va a ir de nuestras vidas, es muy difícil decirle adiós. Toda la familia queda aturdida ante la pérdida del padre.
Juan Diego (como el padre), Nathalie Poza (como la hija Carla) y Lola Dueñas (como la hija Blanca) nos llena el alma de recuerdos que no paran de brotar de nuestra propia memoria. El director, Lino Escalera, maneja con intensidad los cortes en negro para ir a lo esencial, para ser franco y directo.
Cuando se confirma la gravedad de la enfermedad del padre (cáncer terminal) las existencias de las dos hermanas separadas por la distancia (la que va desde Almería a Barcelona), se unirán en el deseo de una muerte digna para el ser que más las ha marcado. Saldrán a flor de piel todo lo que emocionalmente oculta cada una, lo que nunca se atrevieron a decir, el no haber sabido amar lo suficiente. Posiblemente, esa falta de lo que hoy llaman inteligencia emocional, sea la causa de la continua huida hacia adelante sin sentido, sin poso, verdadero terreno de la afectividad.
El concepto del tiempo cambia cuando la muerte está muy cerca. El final es irremediable.
La preciosa música de Pablo Trujillo da empaque a esta historia real como la vida misma, y que a los que ya hemos pasado por las enfermedades y muertes de nuestros padres, tanto nos dolerá.
Escenas a recordar:
* la inicial puesta en situación durante una clase práctica de autoescuela, que nos muestra la gravedad de la enfermedad y el peculiar temperamento del padre;
* la presentación de Carla (camaleónica Nathalie Poza), mujer atormentada que intenta ahogar en alcohol y cocaína sus penas;
* la espera en la habitación del hospital durante la noche con tonalidad roja y la silueta de una bellísima Carla;
* la hermana Blanca, haciendo sus pinitos como actriz en el curso de teatro, muestra de lo que pudo llegar a ser y no fue;
* la comida familiar retrato perfecto del día a día en nuestras casas;
* la simpática presencia en el bingo con la señora mayor que le cuenta sus historias;
* las dos hermanas, Carla y Blanca, recriminándose cosas del pasado con unas miradas y unos silencios, elocuentes;
* el viaje desde Almería hasta Barcelona en coche, tras negarse el padre a montarse en el avión;
* el copeo nocturno, entre la hija rebelde y el padre, consciente de sus últimos días;
* la discusión final en conserjería del hospital - porque el televisor no funcionaba -, en la que la furia y la ira impedirán a Carla decir adiós a su padre, definitivamente.
P.D. Vuelve a ser una pena que una película de tanta calidad haya tenido tan poco éxito de taquilla. Lamentablemente, tuve que trasladarme al Puerto, para ver su único pase. SALUD.
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