sábado, 30 de junio de 2018

Lecturas Sanluqueñas: "El cabo Canalejo" de Juan Alcón Atienza



EL CABO CANALEJO
Desde  el sábado el cabo de carabineros José Canalejo Moreno no había podido conciliar el sueño.  Esa misma mañana había oído por la radio las confusas y alarmantes noticias que llegaban de Madrid: las fuerzas de África se habían sublevado. Ya por la tarde, se aseguraba que los sublevados habían desembarcado en Cádiz.
Cuando el domingo su superior le retiró los tres números que tenía a su mando y le ordenó permanecer en su puesto de la Media Legua supo que esta vez la cosa iba en serio y que nada  podía esperar de sus compañeros del Cuartel de Carabineros de Bonanza. Tampoco le cabía ninguna duda de la actitud que adoptaría la Guardia Civil, a cuyo mando estaba, nada menos, que su viejo conocido el teniente Soler. El domingo por la tarde todo había terminado, los sublevados ya ocupaban el Ayuntamiento de Sanlúcar.
Todo el día del lunes lo pasó sólo en la casilla de Carabineros de la Media Legua a la que había sido destinado hacía pocos meses. Situada sobre un acantilado, en la misma playa de La Jara, el cabo Canalejo escrutaba el horizonte esperando algún barco, algún avión, alguna señal que anunciara la obligada y urgente respuesta del gobierno de la República frente a tamaña tropelía.  A medida que el día transcurría y el horizonte se teñía de rojo y malva, sus esperanzas se desvanecían y no podía apartar de su pensamiento las imágenes, aún frescas, de la masacre que había presenciado en aquella corraleta de Casas Viejas cuando, ingenuamente, sólo acertó a comprender que la decisión estaba tomada cuando la guardia de asalto comenzó a disparar a quemarropa contra los indefensos campesinos. ¡De qué sirvió reprocharle luego al capitán Rojas la monstruosidad que había cometido! Esta vez actuaría de otra forma. Al finalizar el día ya lo había decidido.
El martes, a primera hora, se dirigió a galope hacia el Ayuntamiento. No fue necesario hablar ni media palabra para comprender lo que se podía esperar de su superior, el teniente Agüit, convertido ya en Comandante Militar de la plaza.  Había que organizar la resistencia y sólo quedaba él…. y el pueblo,  al que convocó a gritos mientras subía la Cuesta de Belén en dirección a la Puerta de Jerez. Allí, subido en una de las mesas de la Tienda de Enmedio, bajo la máxima esculpida en el frontispicio del monumento: “Por el Pueblo”, que ahora parecía tomar todo su sentido, logró reunir a un leal grupo de hombres y mujeres al grito de ¡Seguidme! ¡Viva la República de trabajadores! ¡Abajo la reacción! ¡Venid conmigo!
Él sólo había hecho renacer la esperanza; ingenua  esperanza la de unos campesinos desarmados frente a un ejército rabioso y experimentado.
Todos lo pagarían muy caro.
A las cuatro entraron los regulares como un látigo de fuego, hicieron en un instante una limpia feroz. A las ocho de la tarde nueva fuerza procedente de Jerez se unió para continuar la razzia. Con las ametralladoras, abiertas en abanico de fuego, fueron batiendo a derecha e izquierda todas las calles del tránsito.
Unos días más tarde, cansados de huir a través de las marismas, los que creyeron en quienes les aseguraron que no se tomarían represalias si se entregaban, serían asesinados, mientras el cabo José Canalejo,  sólo otra vez, escondiéndose por los campos, ya únicamente pensaba en poder llegar a Utrera para ver a su mujer y a sus hijas por última vez. Luego, había decidido que su única salida honorable sería el suicidio. Pero su mujer pudo convencerlo de que se entregara, de que era preferible morir de pié que de aquella forma inmerecida y cobarde. Así lo hizo, en el cuartel de la Guardia Civil de Los Molares, el poblado próximo a Utrera que lo vio nacer. Pocos días después sería trasladado a Sanlúcar, al Castillo de Santiago, humillado públicamente y, finalmente, asesinado en Cádiz, en los fosos de Puerta Tierra.
                  
JUAN ALCÓN ATIENZA


P.D. Agradezco, a Juan Alcón, su gentileza para la publicación de sus relatos en este blog. GRACIAS, JUAN. SALUD.

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