Pocas miniseries profundizan tanto en cada uno de sus personajes durante diez capítulos que se van sedimentando sin compasión.
Tras el atropello mortal de un adolescente negro que intenta ocultar cuatro policías de la misma unidad, todo se irá complicando hasta límites insospechados.
Calidad máxima de todo el elenco de actores y actrices siguiendo un guión magnífico y sin fisuras.
El juicio con jurado es antológico en su incertidumbre con duras reflexiones sobre la justicia, la verdad, lo que conviene o no callar.
No quedarán fuera del análisis la familia, la religión, la policía, las bandas juveniles, la administración en general, la fiscalía, la abogacía, el ejército, pero sobre todo, la moral y la ética, tanto individual como social.
Miniserie envuelta en un halo de fatalismo que noquea al espectador con tanto dolor.
Muchas veces no queremos ver el duro mundo en el que vivimos.
Los siete segundos y la estatua de la libertad del último capítulo son plenamente simbólicos.
Dicho último capítulo tiene una intensidad fuera de lo normal. Nadie intuye cuál será el desenlace.
La escena final, humana demasiado humana. SALUD.










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