domingo, 28 de enero de 2018

Contra la ira y el odio solo cabe el amor


La máxima enseñanza, de esta sorpresiva obra maestra, es la fuerza del amor como último recurso ante la avalancha de maldad del ser humano. Hay mucho dolor en la película, mucha rabia que termina en ira total. 
Una madre rota (magnífica Frances McDormand) porque durante una discusión con su hija, no le dejó el coche y al ir andando a la fiesta fue violada, asesinada y quemada. La culpabilidad es infinita. Pero pasa el tiempo y el caso no avanza, ni se encuentran culpables, todo sigue igual. ¿Cuántos casos terribles como este siguen así en España y en el mundo? Se comprende la ira y el odio. 
Decide aprovechar tres grandes vallas publicitarias a las afueras del pueblo para dar notoriedad a la ineficacia policial. 
Con letras grandes negras sobre un fondo rojo llamativo expondrá:
1. Violada mientras moría.
2. ¿Aún ninguna detención?
3. ¿Cómo es posible jefe Willoughby?

Pero el respetado y admirado jefe de policía Willoughby (apoteósico  Woody Harrelson con sus cartas escritas antes de suicidarse plenamente admirables, llenas de bondad, sabiduría y amor) está enfermo de cáncer. Su grandeza se verá conforme avance la historia.
Para empezar no es partidario de la ira y el odio, que siempre traen más ira y más odio, más problemas, más violencia, más caos. 
La situación se vuelve insoportable para la comunidad (Ebbing, Missouri). Casi todos sus habitantes apoyarán a Willoughby en sus últimos días. Empezarán las presiones para terminar con las dichosas vallas. 
 A destacar otros personajes secundarios como la compañera de trabajo, el enano enamorado, el nuevo jefe de policía negro, la secretaria de la agencia de publicidad, la madre del ayudante de policía, el joven pegacarteles,...)
El shériff fallecido será quien escriba y proponga el amor como referencia para todo, hasta para ser un buen policía. La piel de gallina.

La banda sonora (Carter Davis) para escucharla pausadamente, una y otra vez. La fotografía fantástica (Ben Davis).



Escenas a recordar:
* La violenta discusión de la madre con su ex, emparejado ahora con una jovencita inocente de diecinueve años (insípida Abbie Cornish). Da pena que hayan sido pareja.
* El suicidio de Willoughby en la cuadra ante sus queridos caballos cubriéndose la cabeza con un mensaje. Pocas veces se puede justificar un suicidio como en esta ocasión. Ha vivido su mejor día de la vida con su familia y quiere que lo recuerden así. 
* El último día vivido por el shérif con sus seres queridos: su mujer y sus hijas pequeñas. Ya tenía todo decidido.
* Los tres carteles ardiendo durante la noche y el infructuoso esfuerzo por apagarlos.
* El incendio de la comisaría con los cuatro cóctel molotov que casi mata al ayudante del shériff (pletórico Sam Rockwell, racista, iracundo, mal aconsejado por su alcohólica madre).
* La ira del ayudante contra el joven que dirige la agencia de publicidad, golpeándolo y tirándolo por la ventana.
* La protagonista cuando calla al cura que ha venido a presionarla a su propia casa delante de su hijo. El sacerdote sólo puede enmudecer, no tiene réplica. Implacable.
* El sentido del humor de los dos heridos en el hospital con sus batas y magulladuras. La petición de perdón y su aceptación. Es el buen camino.
* La venganza ante el dentista gordo que quiere putearla sin anestesia ni nada. Te pones de su parte.
* La patada en los genitales a dos estudiantes (él y ella) que lanzan una cerveza contra su coche. Contundente.
* La escena del bar donde el ayudante se deja golpear después de arañar la cara a su agresor y disponer de su ADN. Ya es otro policía gracias a los consejos de su fallecido jefe.
* La escena de solidaridad de la pareja de color, con su copia de los carteles para reponerlos en su lugar, uno de los pocos momentos de alegría. Da esperanzas en el ser humano.
* El viaje final hacia Idaho donde ya dudan de matar o no al culpable. Final abierto.


Vayan a ver esta obra maestra de Martin McDonagh. IMPRESCINDIBLE.

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