miércoles, 2 de agosto de 2017

Auténtico western en la inhóspita Patagonia

Dos hombres para un único trabajo remunerado, en un rancho de la bellísima pero hostil Patagonia. Pasado y presente. Lamentablemente (esa es la lección final de la lúcida historia), no habrá futuro.
 La vejez (Evans) contra la juventud (Jara). Y un invierno que destrozará la vida de ambos. Será un relato sobrio que se vuelve tempestad. El final (que no adelanto) determinará la tristeza y la compasión por dos seres humanos que han luchado por algo de lo que no entienden los mandamases económicos.
Ambos actores, el chileno Alejandro Sieveking (como Evans) y el argentino Cristian Salguero (como Jara), lo bordan. Duelo de titanes cinematográficos. El resto del reparto pasa a un segundo plano aunque cumplen perfectamente su función de coro trágico.
Emiliano Torres, en esta magnífica ópera prima consigue trasladarte a miles de kilómetros (en el Cono Sur) para sentir en tus carnes la pequeñez humana frente a la todopoderosa naturaleza. El aciago destino del hombre por extraer riquezas (en este caso ganadería ovina) en un ambiente hosco, poco acogedor.
Maravillosa fotografía de Ramiro Civita que consigue extasiarnos con la belleza  de unos parajes desconocidos. Superlativa. El paisaje siempre estará unido a los personajes humanos y a los animales (perros, caballos y ovejas).
La banda sonora de Cyril Morin ya estará unida para siempre a la belleza y a la tristeza de la Patagonia más profunda.
Vayan a ver esta maravillosa película que no dejerá indiferente a nadie.

Escenas a recordar:
* El viejo Evans tomando mate junto a su perro en la cocina, viviendo su soledad resignadamente, antes de la llegada de los trabajadores de temporada (esquilarán cientos de ovejas).
* La celebración de la Navidad de la familia de Jara (tiene mujer embarazada y un hijo) a escondidas, reflejo de la crueldad de ciertas condiciones de trabajo impuestas inhumanamente.
* La construcción de un caballito de madera para su hijo (por parte de Jara). Un juguete hecho con amor que supera a los creados para consumidores empedernidos. Hasta el viejo Evans ya lleno de odio a su rival, lo contemplará extasiado. Un guiño de paternal ternura.
* La muerte del caballo querido por el joven, difícil de ver para los animalistas. Llegas a odiar a Evans.
* La muerte del perro del anciano, en clara venganza por lo anterior. Por primera vez también repruebas la actitud del joven Jara, que durante toda la película había demostrado una ética admirable.
* La visita del anciano a su hija que no lo quiere, dejándole todo el dinero que le queda y una fotografía de ella montando a caballo de adolescente. Pocas veces en el cine se ha sentido tanta soledad de un viejo padre sin otra meta en su vida. Este vacío existencial abrirá la tempestad de ir a morir a su rancho (único lugar de su triste vida con sentido) y matar a quien se ha interpuesto en su felicidad (su sustituto, el joven Jara).
* La juerga de los trabajadores con dos prostitutas que termina en enfrentamiento. Promovida por los capataces para que los trabajadores no pidiesen los salarios de los días lluviosos e improductivos, demuestran el triste papel de la mujer rural en la Patagonia.
* La búsqueda en mitad del temporal  de nieve del culpable de los ataques a la casa del rancho. La llegada al roquedal donde quedan vestigios de alguien que ya adivinamos quién puede ser.
* Evans y Jara luchando a muerte sobre la nieve. Sólo uno de los dos saldrá vivo de la situación. Y suena un disparo. ¿Quién de los dos estará herido?
* El "gracias" casi final de Evans a Jara. Pocas veces una mirada ha sido tan agradecida.
 

P.D. Siempre resulta gloria bendita visitar la sala NUMAX de Santiago. La cultura bien entendida. SALUD.

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