Termino la primera semana ayudando en la tutoría de Cristina, magnífica profesional de quien se aprende día a día. Hay que vivir esta experiencia para valorar el duro trabajo de tener bajo tu responsabilidad veinticinco niños y niñas, tan pequeños y cada uno con sus particularidades.
Os aseguro que esta cura de humildad sería necesaria para ciertos "asesores bien pagados" que han huido del aula - y que en sus despachos, con aire acondicionado, no se enteran de nada -.
Llego agotado a casa, con la espalda hecha polvo pero con la satisfacción del deber cumplido. SALUD.
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