sábado, 6 de septiembre de 2014

La vivificante certeza de ser Nadie


¿Puede un viaje de menos de dos horas cambiar radicalmente tu vida? Ivan Locke (magnífico Tom Hardy) tomará plena conciencia - desde su coche y a través de múltiples llamadas del "manos libres"- de la eterna novedad de cada instante. Tiene una cita ineludible en Londres. No quiere fallar como su padre le falló a él. Hace nueve meses metió la pata y quiere -le va su dignidad en ello- ser responsable de esa nueva vida que viene de camino. La comparación entre la obra que tiene pendiente de realizar el día siguiente - un macroproyecto de cimentado, el mayor de Europa - y su vida "aquí y ahora", en este delicado viaje, es toda una genialidad. Ivan sabe que lo fundamental en todo ámbito reside en la cimentación de una base firme, sólida, para que el armazón no dé lugar a vibraciones que terminen desmoronándolo por completo. Su vida familiar, laboral y afectiva está en juego. Pero acepta el reto.

Elementos brillantes:
* la idea del viaje en tiempo real que te hace sentir el volante y la carretera;
* la majestuosa interpretación de Tom Hardy quien llena la pantalla de tensión, dolor, angustia pero, sobre todo, valor y convicción;
* el momento decisivo cuando cambia el semáforo y el camión le toca el claxón, con volantazo a la derecha hacia su destino vital;
* las conversaciones, a través del espejo retrovisor, con la figura de su inexistente padre;
* las luces y reflejos que se funden en la carretera durante todo el trayecto (coches adelantándose, señales de tráfico, puentes, carteles de señalización,...);
* todo el paisaje nocturno realmente envolvente (extraordinario trabajo de Haris Zambarloukos);
* la contínua toma de decisiones de Locke a lo largo de los ochenta y cinco minutos;
* la transmisión del partido de fútbol de su hijo;
* la exploración de los resentimientos del pasado como huellas que inciden en el presente inmediato;
* la suave conducción del flamante BMW con su GPS siempre visible; y,
* el llanto del bebé a través de la línea telefónica, señal inequívoca de una nueva vida por hacer.

Debemos aplaudir el minimalismo valiente de Stpehen Knight, en esta sentida película, alejada del cine comercial cotidiano. Siempre estaré con este tipo de directores que arriesgan su propio dinero en un proyecto en el que creen. Director y protagonista representan valores éticos en desuso. Bienvenidos sean. SALUD.

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