sábado, 31 de mayo de 2014

Del 15-M al 25-M




" TOMAR la palabra": he aquí el título de una tesis doctoral en sociología cuyo tribunal tuve la suerte de integrar hace pocas semanas. El acto tuvo lugar en la Universidad de Cádiz, la ciudad abierta a los vientos y a las ideas que bien pudo haber sido la capital ilustrada y liberal de Andalucía. Fue un acto cargado de significación, facilitado por el buen hacer de su autora, Adriana Razquín. La tesis versaba sobre el movimiento del 15-M que tantos ríos de tinta periodística ha hecho correr previamente. En el título, "Tomar la palabra", encontramos la síntesis de lo que para la socióloga significó el acto de ocupar la plaza pública hace tres años para dar curso al uso de la palabra libre y cercana. 

El 15-M fue una auténtica rebelión generacional que devolvía el uso de la palabra libre al ágora. Un acto juvenil que con su solo gesto encaraba el mayor defecto de las democracias, y no sólo la nuestra: el clientelismo. Y ello, porque uno de los muros maestros del clientelismo de todas las épocas es el silencio. En el foro romano los patricios imponían con su uso monopolizador de la palabra el silencio a sus dóciles clientes. Recuerdo que en los años más duros del contencioso vasco me visitó un escritor miembro de una fundación que luchaba por acabar con el terrorismo -de hecho, llevaba el nombre de un socialista asesinado por los etarras-, en una región-país donde el silencio espeso se había vuelto cotidiano, y el clientelismo por ende. Este señor enarbolaba el número de una revista que se titulaba El valor de la palabra, y me hacía ver la importancia del hablar y expresar las opiniones libremente. 

Durante muchísimos años, demasiados, en España el clientelismo ha campado por sus respetos, sin que nadie le haya puesto coto a sus torticeras andanzas, a izquierda y derecha, en el centro y en la periferia. En tanto que autor de un libro titulado El clientelismo político, publicado en el temprano año de 1996, me siento autorizado para rememorar que por aquel entonces nadie quería ver lo que a mis ojos ya parecía evidente: que la lógica de los patrones y los clientes nos ponía en el mismo fiel de la balanza que Sicilia, la región sureña a la que adjudicábamos todos los males clientelares por la preeminencia, hasta el extremo de abusar del estereotipo, de la mafia en todas sus versiones. La hidra clientelar, sin embargo, se expandía alegremente gracias al silencio cómplice por nuestro país, ante la indiferencia de nuestros estómagos bien llenos. Además, mimbres previas las había. Recuérdese el "abajo el caciquismo" de la Restauración, sin ir más lejos. Esgrimiendo la palabra-abracadabra de "democracia", mal digerida, se daba paso a la perversión del lenguaje, a la autocensura y al espeso silencio que todo lo encubría. 

Lo cierto es que la gente corriente carecía de espacios para expresar sus pensamientos políticos en voz alta, y sobre todo para compartirlos con sus semejantes. No otro ha sido el efecto terapéutico del movimiento 15-M. Toda una generación de jóvenes recién venidos a la vida adulta, y otros ya no tan jóvenes pintando canas profundas, que los han acompañado siguiendo una vieja y nunca apagada del todo tradición ácrata española, sorprendieron al mundo, y los inspiraron con sus debates en voz alta. Debates ingenuos muchas veces, pidiendo lo imposible. España entera se llenó de una suerte de candidez pública que saneaba las cloacas de nuestras conciencias. El modelo se extendió fuera de las fronteras españolas. En Coyoacán (México) los vi imitando a los españoles en la plaza del pueblo, y me emocioné. En otros muchos lugares, incluido Nueva York, fueron emulados nuestros jóvenes. Sólo querían hablar. Mas por su propia candidez el movimiento se fue apagando. Pero quedaron tramadas en la plaza sólidas amistades. 

Ahora, al encontrar expresión política en la sorprendente jornada del 25-M donde la democracia ha dado un salto de gigante, los viejos amigos prometen darle educadamente la vuelta al mundo, enseñando que con tenacidad, sin violencia y con astucia se pueden hacer muchas cosas. 

Para mí los agitados días de este mes de mayo, ocupado personalmente en hablar por unos lados y otros del mito de Al-Ándalus, ante auditorios de gentes a veces muy variopintas política y culturalmente, me han procurado la emoción de las grandes ocasiones. Un nuevo estilo, una nueva época de la democracia española, ha nacido, y quienes no lo entiendan y abran las puertas de par en par, a derecha y a izquierda, van a ser barridos por la ventolera. A menos que tengan otro plan…"

JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ ALCANTUD

(Publicado en Diario de Cádiz, hoy)

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