sábado, 18 de mayo de 2013

UNA SOMBRA TERRIBLE ( Vergüenza para la humanidad )


Jorge Rafael Videla, el ex jefe de la última dictadura militar argentina (1976-1981) que cumplía cadena perpetua por graves violaciones a los derechos humanos, falleció ayer a los 87 años en el baño de su celda a las 8.25 de la mañana. Los médicos indicaron que la causa del deceso fue un paro cardiorrespiratorio, pero se le realizará autopsia.
Símbolo de uno de los períodos más terribles de Argentina,Videla permanecía en el penal de Marcos Paz, a 48 kilómetros de Buenos Aires, tras la sentencia de julio del 2012 que lo condenó a 50 años de prisión por el secuestro y sustracción de identidad de nacidos en cautiverio.
Según Abuelas de Plaza de Mayo, unos 500 bebés fueron robados durante el régimen.
El martes último, el exdictador, responsable de la desaparición y muerte de 30.000 personas, y que nunca reconoció a los tribunales que lo juzgaron, se sentó en el banquillo en el juicio por el Plan Cóndor, de cooperación represiva entre Argentina, Chile, Paraguay, Brasil, Bolivia y Uruguay. Tras considerarse un «preso político», pronunció las que ya son sus últimas palabras en público: «Este tribunal carece de competencia y jurisdicción para juzgarme por los casos producidos, protagonizados por el Ejército en la lucha antisubversiva que dio lugar a esta guerra interna».
El juez Baltasar Garzón le imputó en 1996 la desaparición de 266 españoles.
El Gobierno argentino, a través del secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, reaccionó ante la noticia diciendo que «es un orgullo haber logrado una Argentina con justicia antes de que se fuera Videla».
Jorge Rafael Videla nació en Mercedes (Buenos Aires) el 2 de agosto de 1925. Fue el tercero de cinco hijos de una familia católica tradicional. Inició su carrera castrense en 1942. En 1971 fue ascendido a general de brigada, y, paradójicamente, en 1975 fue nombrado comandante en jefe del Ejército por la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón, a la que derrocó con un golpe militar en 1976, para instalar una dictadura que terminaría en 1983.
Videla fue la cabeza de la Junta Militar compuesta por el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier general Orlando Ramón Agosti, fallecidos. En 1981, fue reemplazado por el general Viola, primero, y por el general Galtieri, después, también muertos. A este le sucedió el exgeneral Reynaldo Bignone, el último dictador argentino, también encarcelado y quien pasó el mando al electo Raúl Alfonsín en 1983.
La dictadura aplicó una política económica que endeudó a la nación, generó una marcada desindustrialización y elevó la desocupación y la pobreza.
En política internacional, Videla se alineó con los Estados Unidos de Jimmy Carter. Ante el conflicto por los islotes del canal Beagle, que lo enfrentó con el dictador Augusto Pinochet, en 1978, Videla desplegó la Operación Soberanía y puso tropas en la frontera para invadir Chile. Tras polémicas negociaciones, en las que participó el rey Juan Carlos, la OEA y Juan Pablo II, se apaciguó el conflicto.
Tras la recuperación de la democracia en 1983, Videla fue juzgado y condenado a prisión perpetua y destitución del grado militar, por crímenes de lesa humanidad. Por eso no recibirá «ningún honor militar» en sus funerales.
Fue indultado por Carlos Menem en 1990. Ocho años más tarde volvió a ser detenido por el robo de bebés, delito imprescriptible. Tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (2003, Néstor Kirchner), fue juzgado, y en el 2010, condenado a prisión perpetua, y sentenciado a 50 años por el secuestro de niños. El tribunal unificó tres fallos en una pena única de reclusión perpetua en cárcel común.
El año pasado, el exmilitar admitió que su Gobierno mató «a 7.000 u 8.000 personas» y que sus cuerpos se hicieron desaparecer «para no provocar protestas dentro y fuera del país». Este marzo, realizó una arenga a sus excamaradas militares «que aún estén en aptitud física de combatir, les propongo armarse para enfrentar a la presidenta Cristina».
«Un ser despreciable»
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, definió al genocida como «un ser despreciable». Su muerte es casi un «alivio» y «quien le llore, que sepa que no llora a una buena persona, mató, torturó, robó». El premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel lamenta que «se lleva mucha información, pero la justicia debe seguir trabajando para ver qué pasó con los desaparecidos y los niños».
Pese al paso del tiempo, jamás dio muestras de arrepentimiento. A diferencia de otros dictadores, como el paraguayo Stroessner y el chileno Pinochet, Videla careció de partidarios y ningún partido lo reivindica en Argentina, salvo unos exmilitares y familiares.

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