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Y ESTOS, ¿PARA QUÉ ESTÁN AQUÍ?
Los pakistanís (¿pa’quí stan?), o sea ¿para qué están aquí? Así es como mi preparadora de oposiciones nos abrió los ojos a los inocentes aspirantes a las plazas de orientación educativa. Sí, así es como llamaban a nuestros colegas en los institutos (entre otros nombres). Han pasado ya algunos años de aquello y, desde luego, mi experiencia ha aumentado enormemente, y también mis conocimientos: he leído magníficos libros que me han hecho entender la “manía” de algunos hacia los orientadores. Manía que no entendía al principio, pero, claro, mi idea de la orientación educativa no tenía mucho que ver con la realidad que me encontré después.
En todos estos años como orientadora educativa ha aumentado mi perplejidad, y en no pocas ocasiones, mi absoluta decepción. Os voy a ser sincera, he tenido que hacer todo un pausado ejercicio de reflexión para responderme honestamente a esta pregunta (¿para qué estoy aquí?) en muchas ocasiones. Lo que voy a escribir a continuación trata de dar respuesta a la pregunta. Es una opinión (personal e intransferible), es decir, que es mía y sólo mía, y no pretendo sentar cátedra. Y además, esta opinión tampoco es inamovible, puedo cambiarla, si la realidad me demuestra que me equivoco…o si lo hace otro compañero de profesión o “experto” pedagogo; pero con pruebas, claro, no mediante verdades neopedagógicas.
Empezaré explicando que en esto de la orientación educativa los perfiles de formación previa más comunes son los de pedagogía, psicopedagogía, psicología y también sociología. Según sea la formación de base del orientador en cuestión, creo que se observan diferencias a la hora de entender nuestro papel en los centros. Los pedagogos y psicopedagogos entienden el trabajo del orientador más centrado en aspectos metodológicos, los sociólogos en aspectos sociales y de convivencia y los psicólogos se centran en el diagnóstico y tratamiento de los problemas escolares. Hablo en términos muy generales, indudablemente (y ruego me permitan utilizar el genérico masculino; yo, como mujer, me siento identificada con el mismo).
Todos debemos trabajar desde la óptica de la pedagogía constructivista y la escuela inclusiva (según el “espíritu” de nuestra vigente ley educativa), y es aquí donde comienzan mis problemas, porque entre lo que yo sé de psicología y lo que veo que se hace en nuestras escuelas hay un abismo (me van a permitir que me centre en lo que más conozco, en la psicología). No sé en nombre de qué psicología o de qué psicólogos se justifica tanta sandez.
Voy a comenzar explicando lo que considero que NO es papel de un orientador:
NO es papel del orientador ser el animador sociocultural o el dinamizador de la convivencia en el centro: considero firmemente, además, que no es papel de ningún profesor animar a los alumnos. No creo que el objetivo prioritario de los centros escolares sea el de la convivencia, como le he oído decir incluso a nuestro Ministro de Educación. Es algo así como si el objetivo prioritario de una planta de fabricación de tuercas fuese la convivencia. Que se convive en los centros, no hay duda; igual que se convive, queramos o no, mejor o peor, en cualquier lugar de nuestro planeta en el que coincidan dos o más seres humanos. Pero repito, no creo que ésta deba ser (otra cosa es que lo sea en realidad) la finalidad de la escuela.
NO es papel del orientador ser el comisario político en el centro: no debemos ser portavoces acríticos de lo que algunos “expertos”, que no han pisado un aula desde que dejaron la universidad (y eso con suerte), o que la han pisado como profesores universitarios (es decir, siguen sin tener ninguna experiencia con la educación de niños y adolescentes), dictaminan sobre la educación y sobre lo que algunos profesores formados y con experiencia (estos sí) deben aplicar en las aulas. Yo al menos, observo un grandísimo desfase entre la teoría y la práctica de la educación, y honestamente no puedo exigir a mis compañeros que hagan cosas en las que yo misma no creo; y que, además, no se fundamentan en teorías contrastadas sino en simples “modas pseudointelectuales”.
NO es papel del orientador ser el psicólogo de cabecera de alumnos y padres de alumnos: y aquí sí hay una gran confusión. Los que somos psicólogos, aún podríamos asesorar con conocimiento sobre aspectos no relativos al aprendizaje de los alumnos (pero, repito, no es nuestro papel). Pero es que, en el caso de orientadores sin formación en psicología, este asesoramiento, podría ser calificado de intrusismo. Sobre todo en las etapas de Infantil y de Primaria, profesores y padres acuden al orientador por problemas absolutamente alejados de la práctica educativa: mi niño se hace pipí en la cama o se le cae el pelo porque ha nacido el hermanito, tengo problemas con el régimen de visitas de mi expareja, no quiere comer lentejas, el niño se pelea en el parque con el vecino… En estos casos, se puede orientar (siempre y cuando sepamos de qué hablamos), y si se trata de problemas graves, derivar a otros servicios especializados, de los que sí debemos tener conocimiento.
NO es papel del orientador ser un cajón de sastre (o desastre): dado que la escuela se ha convertido en una especie de oráculo al que la sociedad acude para resolver todos sus problemas, desde el botellón a la paz mundial o la recapitalización de la banca, todo el profesorado anda desorientado (¿y esto dónde lo meto yo en mi programación?..No sé…ah¡ ya¡ al orientador). Pues bien, no creo que los orientadores seamos “los chicos para todo”, porque al final “el que mucho abarca poco aprieta” (que es justamente uno de los mayores problemas de la escuela actual).
Y ahora pasaré a lo que, según mi modesto parecer, SÍ es papel del orientador:
SÍ es papel del orientador diagnosticar la causa de problemas de aprendizaje en los niños: y si consideramos necesaria la intervención de servicios ajenos a la escuela, hacer un informe de derivación. Quiero ser, en este punto, muy clara: cuanto antes se descubra el problema y se le ponga remedio mejor será el pronóstico. El fracaso educativo es acumulativo, de no ser tratado en un primer momento, el problema se agrava y es de muy difícil solución cuando el alumno llega a la etapa de secundaria.
SÍ es papel del orientador tratar los problemas de aprendizaje: o diseñar el tratamiento para que lo desarrollen los profesores de “Pedagogía Terapéutica”. Pero aquí, aparte de que existan buenos y malos orientadores, como en todas las profesiones, es la propia ley la que pone trabas importantes a nuestro trabajo. Imaginen ustedes a un médico que debe tratar un infarto agudo de miocardio, pero con una condición previa: bajo ningún concepto puede internar al paciente enla UCI, debe tratarlo en planta, con los medios de que allí disponga (la UCI es tremendamente segregadora). Pues bien, eso es lo que se le pide a los orientadores: traten al alumno, pero que nadie note que le pasa algo, utilicen los medios del aula (aprendizaje cooperativo, tutoría entre iguales, dos profesores en el aula…), si es pequeño no puede sacarlo del aula para tratarlo y si es mayor intente no sacarlo.
SÍ es papel del orientador asesorar a alumnos, profesores y padres sobre hábitos y técnicas de estudio: recuerdo que lo nuestro es orientación “educativa”, y sí, yo también creo que el alumno es el centro, pero no porque se le tenga que dar un título sí o sí, sino porque es el que tiene que aprender, y también, por mucho que algunos se escandalicen, tiene que ser evaluado. Los hábitos se tienen que crear en la etapa de Primaria, e incluso en la de Infantil; y un hábito se crea a base de repetir ciento y una veces la misma conducta, no porque al infante se le diga, con la mejor voluntad del mundo, que tiene que ser bueno y estudiar. Cuesta mucho convertir una conducta en hábito, máxime cuando la conducta es de por sí poco atrayente (como sería el caso del estudio). Y cualquier docente, orientador o “experto” que le diga que es fácil hacerlo le está mintiendo, simple y llanamente. No, los niños no tienen una curiosidad innata por las leyes de la gravitación universal, el clima mediterráneo, las fronteras de Egipto, la Guerra de la Independencia o la fotosíntesis. Curiosidad, sí, en general, para algunas cosas, pero no para otras… y en ocasiones, la curiosidad les dura bien poco. Aprender cuesta trabajo, pero se puede optimizar mediante técnicas, y aquí el papel del orientador es muy importante.
SÍ es papel del orientador asesorar sobre metodología en el aula: sobre todo para los profesores que lo piden (algunos no lo necesitan, son excepcionalmente buenos, hay personas con capacidades innatas para enseñar, a los que la pedagogía de moda les puede llegar a hacer mucho daño). La metodología se aplica sobre contenidos, no hay otra forma de hacerlo. El “pedagogismo” puro y duro, aplicado sobre la nada, es lo que tenemos, con los resultados que ya conocemos. “No se puede ordenar una habitación vacía”, la frase no es mía, no recuerdo donde la leí, pero estoy absolutamente de acuerdo. Tampoco puede un orientador sucumbir a la metodología “de moda”. Por ejemplo, ahora todo se soluciona con aprendizaje cooperativo, como si el aprendizaje individual fuese una aberración.
SÍ es papel del orientador orientar académica y laboralmente a los alumnos (sobre todo académicamente). El sistema educativo es complejo y conforme se avanza en las diferentes etapas, la posibilidad de elección se amplía. Hay además muchísimos cambios legislativos (en esto de la educación, hay una verdadera incontinencia legislativa ¿será que no tenemos claro lo que queremos?). Es necesario pues, asesorar a alumnos (y también a sus padres) en los itinerarios que pueden seguir. Paradójicamente, estos itinerarios permiten a un alumno dejar la Secundaria en 2º de ESO y acabar enla Universidad… ya ven, imaginación (y poco esfuerzo) al poder.
SÍ es papel del orientador derivar los problemas a servicios sanitarios y sociales, cuando se trate de asuntos que escapan al ámbito escolar. Y una vez derivados, se debería trabajar conjuntamente, con una comunicación fluida entre los diferentes servicios, aspecto que actualmente, según mi experiencia, es prácticamente inexistente.
SÍ es papel del orientador traspasar la información pertinente del alumno cuando cambia de etapa o de centro, para facilitar la continuidad en el trabajo que se venía haciendo con el mismo. Información que debe ser veraz, pero que desgraciadamente no lo es en muchas ocasiones. ¿Cuántas veces se pasa a alumnos de 6º a 1º de ESO sin haber repetido nunca en la etapa y sin estar preparados, diciendo que lo están? ¿Qué se ve obligado a hacer el profesor?… pues bajar el nivel, si en su grupo hay muchos de estos alumnos. Y esto de bajar el nivel no se limita ala ESO, continúa en el Bachillerato y enla Universidad.
SÍ es papel del orientador organizar el contenido de las tutorías, y creo además, que en muchas ocasiones, debería ser el propio orientador el encargado de impartir las tutorías. Los profesores a los que se le asigna la tutoría no son especialistas en muchos de los temas que se tratan en las mismas, y con la mejor intención del mundo (o no) pueden estar enfocando mal sus contenidos.
Y sobre todo, SÍ es papel del orientador ser crítico y honesto (como deben serlo todos: profesores, inspectores, políticos… todos) observar lo que no funciona y no acatar sin más lo que los “expertos” se empeñan en imponer.
Esto es lo que creo, pero la burocracia, nuestra querida amiga, que tantas horas nos hace perder a todos (orientadores, profesores, directores, jefes de estudio, secretarios…) nos obliga a rellenar papeles y papeles, que no van a ningún sitio. Qué os voy a contar de la programación por competencias básicas (en las que paradójicamente no es básico saber escribir o leer bien, parece ser).
Creo que los orientadores deberían pasar más a las aulas, y ver con sus propios ojos lo que ocurre dentro de ellas (para no convertirse en asesores del tipo “pisamoquetas”). Miren, yo con esto del aumento a 20 horas lectivas, tengo que dar tres sesiones de “Alternativa a la Religión” (esa auténtica aberración pedagógica), pero me permite observar “in situ” cosas que a algunos “expertos asesores” les debe parecer que ocurren en otros planetas pero no en el nuestro. Para mí, esta experiencia directa vale más que 200 créditos de formación “pedagogista” impartida por ponentes mediocres, que se limitan a esparcir a los cuatro vientos las consignas educativas de moda.
Repito, lo que acaban ustedes de leer es una opinión, y es seguro que muchos compañeros me considerarán una especie de mutación peligrosa dentro de la orientación educativa, pero intento ser honesta como persona y como profesional. Creo que sí estamos para algo en los centros, si la ley y nuestra “pedagogía” nos dejan.
PILAR GUIRADO
P.D. Cuando he sufrido en mis carnes las declaraciones de tres orientadores en mi expediente 31/11, ( a saber: Pilar Sánchez Peralta, Pilar Espejo Almodóvar y Nicolas Salas Pérez), me parece mentira este artículo- de una orientadora tan valiente diciendo la verdad -. Ojalá hubiera tenido la suerte de compartir colegio con ella. Jamás hubiese querido ganarse el favor de la Administración declarando contra un compañero.
Apreciado Clemente
ResponderEliminar"Chapeau" por este pedazo de artículo de Pilar Guirado, no mas lejos de la realidad de los problemas de muchos padres, a demas, lo digo por experiencia propia.
Enhorabuena, ya veis que hay mas de un Clemente que piensa y dice verdades como montañas,principios inmovibles que aún defendemos algunos, aunque cada vez seamos menos.
Un saludo
Estimado M ILLERA:
ResponderEliminarMuchas gracias por tus siempre certeras palabras. Vamos a ver cómo "reconstruimos" un sistema educativa desastroso con la crisis económica que tenemos encima. Ahora llegarán los inevitables recortes, y los primeros en huir del barco, serán los que han posibilitado la situación actual. Buscarán mil y una excusas para no reconocer su grave irresponsabilidad. Se quitarán de en medio y será la hora de los "héroes"- como nos llamaba Saramago-: los maestros y maestras con vocación. Una vez más, GRACIAS. Saludos.